Me vienen a la mente los veranos de mi infancia, ¡esos veranos si que eran de verdad! Recuerdo especialmente el verano del 92. Yo tenía 9 años y eran las Olimpiadas de Barcelona. Vivíamos en la montaña y desde mi casa se podía ver el pebetero con su llama olímpica encendida. Me pasaba el día en el campo jugando con mis amigos a imitar a los grandes atletas del momento y llegaba a casa sin medallas en el cuello pero victorioso de alegría. Cenábamos en la terraza mientras en la televisión se oía la voz del presentador comentando el resumen de la jornada deportiva. Me sentía grande, los ojos del mundo estaban situados en Barcelona, en aquel estadio olímpico, en su llama, y yo tenía el privilegio de divisarla en vivo desde mi pequeña patria que era mi hogar. Por las noches, desde la ventana de mi habitación, miraba al cielo abierto y el sueño me vencía con las estrellas como último recuerdo. Mi único deseo era despertar y ser tan feliz como lo había sido el día anterior.
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¿Qué tendrán los veranos de la niñez que casi siempre nos parecen mejores de lo que fueron y mejores de los veranos de ahora?
ResponderEliminarSaludos.
M.
Desde la inocencia de un niño todo puede ser maravilloso y con esa imagen nos quedamos a pesar del paso del tiempo. Ya lo decía Serrat, esos locos bajitos…
ResponderEliminarLos veranos de la niñez siempre son maravillos, y nos trae su recuerdo un aroma a helado de limon, a polvora de San Juan, a mar sin escusas ni obligaciones....
ResponderEliminarYo en el 92 era algo mayor que tu (estaba en la putamilideloscojonesvayamierdaañoperdio...) pero bueno. Tb disfruté mucho ese verano enorgulleciendome ante esos vestiditos de militar de lo bien que haciamos las cosas en mi ciudad... Un saludo