viernes, 18 de febrero de 2011

Daniela

La vida por costumbre nos pega alguna que otra hostia, y a veces se ceba, nos abofetea. Duele, y duele más cuando la mejilla no es la nuestra, cuando ves que la vida se escapa entre los dedos de aquellos que luchan y se aferran a cualquier rama, a tu mano.
A veces la vida nos hace regalos inexplicables, mágicos, nos transforma, revivimos. Amortigua la bofetada contigo, con tu risa y tu extraño lenguaje. Ahora no entiendes de lo que te hablo, no quiero que lo hagas. Ahora solo ríete y muéstrame tus primeros dientes, aquellos con los que mordisqueas nuestros sueños en los que siempre apareces. Ahora solo cógeme de la “mà” y llévame contigo, llévame al lugar en el que vives, rodeada de nuevas sensaciones como las que tú me haces sentir. Solo quiero que me mires de reojo mientras devoras la “papa” y nos observes con atención cuando te hablamos. Sé que no lo entiendes, me encanta que no lo hagas. Sigue alimentando nuestra infancia, aquella que creíamos haber dejado atrás. Pídeme que te cante, que rescate de mi memoria melodías ya olvidadas. Que me revuelque por tu manta para jugar, mientras construimos castillos en el cielo. Ahora solo quiero que seas feliz, que no pierdas esa inocencia y sinceridad que nos regalan momentos mágicos. Quiero oír como te inventas que estuviste conmigo en el parque, que te pongas tonta y nos digas quién te quiere. Que nos des besos cuando te vas a dormir. Que abuses de mi debilidad una y otra vez para escuchar juntos a “Bob Espopa”. Que te sorprendas cuando suena el teléfono, cuando llaman al timbre. Quiero que llores cuando nos vamos, que no te canses de jugar. Que corras tras de mí, que te caigas y te vuelvas a levantar. ¿Sabes lo que quiero? Que aunque crezcas, siempre me sigas llamando “tete”.