martes, 26 de enero de 2010

Algo personal

Llega ese momento en que ya no soy el niño a quien protegían. Mis pies seguirán sus pasos, los pasos de aquellos en quien me veo reflejado. Sus sentimientos son una mezcla de orgullo y tristeza. La tristeza de ver la cama vacía, no escuchar mis voces por las escaleras o no poder satisfacer mis básicas necesidades. Pero el orgullo de verme capaz de empezar una nueva etapa, de sentirse con la satisfacción del hijo que siempre quisieron tener, y tuvieron. No es una virtud mía, sino el resultado al esfuerzo de ser madre, de ser padre…

El Lego dará paso a retos más serios, puzzles que deberé montar como cuando era niño, con más responsabilidad que entonces pero con la misma ilusión. Y cuando mire por la ventana de mi nueva vida, recordaré cada una de sus palabras, consejos que odiaba en la adolescencia y consejos a los que hoy me aferro para seguir adelante. Sus costumbres serán las mías, herencia que dejó el vivir cotidiano, gestos, modos y formas que me recuerdan de donde vengo y que nunca se deben olvidar.

Hoy les debo a ellos todo lo que tengo y todo lo que soy. Por la educación y la amplia visión de la vida que me dieron, la libertad que siempre me ofrecieron para tejer mis propios principios y porque me enseñaron a ver que no siempre dos más dos son cuatro.

Gracias por los años de infancia y de juegos, por la comprensión en la difícil adolescencia y por seguir estando conmigo en los años venideros, años que sin duda estarán llenos de nuevas alegrías.